La famosa Capilla Sixtina, decorada con frescos de Miguel Ángel, Rafael y Botticelli y uno de los monumentos más visitados del mundo, va a ser cada vez más difícil de ver si finalmente, como informa la prensa de Roma, el Vaticano toma la decisión de limitar el número diario de visitas.
La razón es que se teme seriamente por la integridad de estos frescos, muy deteriorados en los últimos años. La Capilla Sixtina, sede de los cónclaves de los Papas y cuya decoración está considerada como una de las grandes obras maestras del Renacimiento, debe ser preservada.
Según explica Antonio Paolucci, director de los Museos Vaticanos, «si no se instala de inmediato un nuevo sistema de climatización, no queda más remedio que limitar las visitas, es la única manera de preservar un patrimonio artístico tan valioso».
Lo cierto es que cada año unos cinco millones de turistas visitan la capilla, con una media diaria de 30.000 personas. Sin saberlo ni pretenderlo, estos visitantes provocan terribles daños a las pinturas a causa del polvo, la presión antrópica, la humedad de los cuerpos, el anhídrido carbónico, la temperaturas altas, los cambios climáticos, la transpiración y otros factores.
En el año 1994, después de varios años de concienzuda restauración, la Capilla Sixtina volvió a abrir sus puertas al público luciendo los colores brillantes originales, colores que se han ido apagando lentamente hasta el punto que a día de hoy se vuelve a hacer necesaria una nueva restauración.
Precisamente el pasado 31 de octubre el papa Benedicto XVI presidió una ceremonia oficial para conmemorar los cinco siglos de la inauguración de la capilla.