La noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI ha conmocionado al mundo esta semana. Al fin y al cabo se trata de un hecho insólito ya que la tradición es que el Santo Padre ostente su condición de máxima autoridad de la Iglesia Católica hasta el día de su muerte. Ahora, mientras Joseph Ratzinger se retira a Castel Gandolfo, se inicia el complicado proceso de elección del nuevo pontífice, un buen momento para explicar la tradición de la fumata blanca.
Todos los obispos se reúnen en un magno cónclave que se celebra en Roma. Lo que sucede en el interior del Vaticano esos, los debates, candidaturas y votaciones están rodeadas de un enorme secreto. Al final de cada jornada una columna de humo sale de la Capilla Sixtina. Si el humo es negro significa que no se han alcanzado los dos tercios de mayoría necesarios para elegir al nuevo Papa.
Por el contrario, cuando es humo es blanco (la fumata blanca), todos los que esperan ansiosos en la Plaza de San Pedro, saben que por fin se ha llegado a una designación. Es entonces cuando un cardenal se asoma algran balcón central de la Basílica de San Pedro y anuncia la famosa frase de «Habemus Papam» (tenemos Papa). Después del anuncio, el nuevo papa se presenta a la gente, pronuncia su primer discurso a los fieles e imparte su primera bendición Urbi et Orbi.
Parece que todavía habrá que esperar unos días para conocer el nombre del nuevo Papa. Mientras llega el momento, en Roma y en gran parte del mundo millones de personas permanecerán atentos a la famosa fumata, blanca o negra.