El puente del 12 de octubre, el de primero noviembre, el de diciembre o simplemente cualquier fin de semana de estos meses son perfectos para disfrutar de un viaje de otoño a Roma. La ciudad sigue siendo la misma: fascinante, maravillosa, alegre… Solo que libre del sofocante calor y de las hordas de turistas típicos del verano romano.
Decididamente, el otoño es una estación que confiere a Roma una atmósfera especial y acogedora. La ciudad sigue siendo la misma. Ahí están sus monumentos, sus museos, sus fuentes y sus animadas plazas, pero en el aire flota algo diferente, un aire mágico y un color distinto.
Pero vayamos a lo práctico: los argumentos son sobre todo menos turistas y precios más baratos, tanto en vuelos y hoteles como en restaurantes y tiendas de recuerdos.
poder sentarse a tomar un capuccino en la Piazza Navona sin recibir empujones de otros turistas o lanzar la moneda a la Fontana di Trevi sin que nadie te estropee la foto (en verano no hay ni un rincón libre) es algo que también hay que valorar; como contrapartida, los días son más cortos y en ocasiones aparece la lluvia, siempre tan molesta para el viajero. Sin embargo, la temperatura es agradable y la ciudad presenta un aspecto más limpio y pulcro que en verano.
Sí, es cierto: una escapada o un fin de semana no basta para ver todos los tesoros que Roma esconde, pero sí sirve por lo menos para quedarse con parte de su esencia mágica, vivir grandes momentos y volver a casa con la maleta y la mente llena de recuerdos maravilloso.