Todas las alarmas se han encendido en Roma: el valioso patrimonio artístico e histórico de la ciudad está en peligro. Si hace unas semanas se producía un desprendimiento en la fachada del Coliseo, ahora le ha llegado el turno a la Fontana de Trevi. Fue el pasado sábado cuando, ante la atónita mirada de los turistas, un fragmento de la cornisa de unos ocho centímetros de longitud cayó al suelo.
Los técnicos del ayuntamiento rápidamente acordonaron la zona y vaciaron la fuente para reparar lo antes posible los daños, pero no pudieron evitar que se encendiera de nuevo el viejo debate sobre la precaria conservación del patrimonio italiano.
Las autoridades tratan de quitar importancia al asunto y atribuyen el desprendimiento a los efectos sobre la piedra de la nevada que cayó en febrero en Roma, pero la prensa italiana se hace eco de una nueva muestra más del deterioro de los grandes monumentos de la ciudad.
Y es que no se trata de un caso aislado. La pasada semana sucedía algo similar en el Acueducto Claudio, del cual se desprendieron varias piedras provocando una intervención de urgencia de los técnicos del Ayuntamiento. Por no mencionar el estado de conservación de Villa Torlonia, la antigua residencia privada de Mussolini, que se encuentra en una lamentable situación de abandono, o el Mausoleo de Augusto, cuyos trabajos de restauración no llegan a iniciarse nunca.
Si Nicola Salvi se levantara de su tumba y viera el estado de su obra maestra sin duda se llevaría las manos a la cabeza, pero no sería el único. Y es que la Fontana di Trevi es algo más que una bonita fuente en el centro de la ciudad, es todo un símbolo de Roma, inmortalizada por el film de Fellini «La Dolce Vita» y visitada cada año por millones de visitantes que desean asegurarse un feliz retorno a la Ciudad Eterna lanzando la moneda de rigor a la fuente.