A partir del próximo 15 de noviembre, los autobuses turísticos ya no podrán circular por la Piazza Risorgimento y la Via della Conziliacione, la avenida que conduce hasta la Plaza de San Pedro de Roma. Una nueva medida para mejorar la estética de la ciudad y de paso solucionar los monumentales atascos que se producen en esta zona de la ciudad por culpa de la acumulación de estos grandes vehículos en un espacio tan reducido.
Para conseguir este objetivo se están instalando nuevas aceras para que los turistas puedan descender de los buses en el aparcamiento de Via Gianicolo, unos 200 metros de distancia que los visitantes del Vaticano deberán recorrer a pie.
A pesar de ser una decisión largamente esperada, no se ha podido evitar la polémica y un aluvión de protestas, manifestaciones y quejas de todo tipo. Pero el alcalde de Roma, Gianni Alemanno, ha demostrado ser inflexible en otros casos parecidos como el de los gladiadores del Coliseo y los artistas callejeros de Piazza Navona.
Además, esta vez parece estar asistido por la razón: los informes científicos explican que los contaminantes que expulsan los autobuses por sus tubos de escape puede dañar la salud de los turistas y el patrimonio histórico y artístico de la Ciudad Eterna.
Se trata de proteger las áreas más valiosas de la ciudad, como es el Vaticano. De nuevo hay que poner en la balanza el turismo como pilar de la economía romana con la defensa del patrimonio, sin cuya existencia el turismo sería imposible.