Roma no es una ciudad peligrosa, al contrario. Sin embargo, como cualquier otro destino turístico del mundo, abundan los desaprensivos que se afanan en robar, engañar y aprovecharse de la buena fe de los visitantes y de su desconocimiento de la ciudad. Con ellos hay que tener especial cuidado.
Lo primero que debemos hacer es identificar las llamadas trampas para turistas que muchas veces no son tan fáciles de reconocer.
Son tristemente famosos los carteristas que pululan por la Fontana di Trevi hábilmente camuflados o que viajan en las líneas más turísticas de los autobuses de Roma (la nº 64 es especialmente peligrosa) en busca de su botín. No se trata de atracadores violentos, solo de amigos de lo ajeno que, con sus largas manos y su falta de escrúpulos, nos sustraerán la cartera, la mochila o la cámara de fotos sin que nos demos cuenta.
Algunas veces los taxis de Roma pueden convertirse en lugares peligrosos para los bolsillos de los turistas: solo debemos tomar taxis oficiales con taxímetro y negociar la tarifa antes de montarnos en uno. La mayoría de los taxistas romanos son honrados, pero por desgracia existen chóferes que no lo son.
Aunque el alcalde de Roma, Gianni Alemanno les declaró la guerra hace meses y parece que va ganando, los gladiadores y centuriones que se pasean por los lugares históricos de la Ciudad Eterna pueden ser un problema para los turistas. Se dejan fotografiar en las terrazas de las cafeterías o junto a las fuentes y edificios más notables para luego exigir el cobro de su tarifa que puede llegar a ser de hasta 50€ por foto. Evitarlos es la mejor manera de no pasar un rato desagradable discutiendo con ellos.