Fuerte, refrescante y vigorizante, ideal contra el calor del verano. Es el café frío de Roma, una delicia que tanto los vecinos de la ciudad como los turistas disfrutan en las terrazas de las cafeterías y gelaterias de la ciudad. No hay mejor café que el italiano, y en Roma saben cómo darle su punto de distinción como en ningún otro lugar del país.
¿Cuál es el secreto de un buen caffè fredo? Hay diferentes versiones según las recetas de los maestros cafeteros de la Ciudad Eterna: bien frío con un generoso chorro de granadina y coronado por nata montada, con la intención de que el cliente tenga la sensación de estar bebiendo algo así como aguanieve.
Según otras versiones, la clave está en seguir el mismo método que se utiliza para hacer un café caliente. Después se agita con un café con hielo ante los ojos del cliente para servirlo acto seguido en una copa, a fin de mantener su consistencia. En otras cafeterías distinguidas de Roma como las de la Piazza Navona se insiste en servirlo amargo y con mucho hielo, mientras que otros se decantan por el granizado.
Hay bares romanos que con buen criterio guardan los vasos dentro del congelador en los que servirán luego el café, añadiendo algo de hielo picado. Pero la mayoría de ellos, cuando pedimos un caffè fredo es preparar el café normal, añadirle azúcar y meterlo en el frigorífico donde se enfriará un rato antes de acabar en la mesa del cliente. Es el estilo napolitano, refinado en una ciudad que sufre con resignación y buen humor uno de los veranos más calurosos de Italia.