Paolo Gabriele, Paoletto, el mayordomo del Papa que presuntamente robó y vendió secretos del Vaticano, ha empezado a ser juzgado esta semana en Roma. Un juicio que no solo ha despertado el interés de los romanos, sino también de los medios de comunicación de todo el mundo.
Paoletto nació en Roma hace 46 años y trabajaba en el apartamento papal desde 2006. Por su confianza y discreción formaba parte de lo que se conoce como «familia pontificia», el reducido grupo de leales que cuidan el apartamento papal. Su misión era, entre otras, la de ayudar a Benedicto XVI a vestirse y acompañarlo como asistente personal en distintos actos.
Por eso la sorpresa fue mayúscula cuando se desveló que Paoletto era el topo (llamado en Italia «il Corvo») que filtraba informaciones de la Santa Sede al exterior. Todo a causa del libro «Sua Santita», de Gianluigi Nuzzi, y descubrirse que algunos de los documentos publicados sólo pudieron salir del apartamento papal.
Poco después la Gendarmería Vaticana descubrió en el domicilio de Paoletto numerosos documentos comprometedores y fue detenido. Después, según el informe de la fiscalía vaticana, el asistente del Papa confesó que tomaba los documentos, los fotocopiaba y entregabas las copias a Nuzzi.
Lo mejor es que, al ser preguntado por qué lo hizo, Paoletto dijo que era para «ayudar a Benedicto XVI». La idea, siempre según sus palabras, era provocar un shock mediático para reconducir a la Iglesia al buen camino, lejos de los escándalos de corrupción. Además dijo que se había inspirado en el Espíritu Santo en sus acciones.
Los exámenes psiquiátricos descartaron cualquier tipo de trnstorno mental, de modo que puede ser condenado a hasta cuatro años de cárcel, que de ser así pasaría en una prisión italiana siempre que el papa, como soberano absoluto del Estado de la Ciudad del Vaticano, no le conceda la gracia del indulto.