Nadie viaja a Roma y visita el Vaticano sin contemplar uno de los mayores tesoros de la historia del arte universal: la Capilla Sixtina, que hace ahora casi un año celebró su 500º aniversario y que tiene una historia llena de curiosidades.
Todo el mundo sabe que se la debemos a uno de los genios del Renacimiento, el escultor y pintor Michellangelo Buonarroti, Miguel Ángel, que ejecutó este espectacular y grandioso fresco por encargo del papa Julio II, un trabajo que le llevó cuatro largos años, de 1508 a 1512.
Sin embargo, son menos los que saben que el artista nunca se sintió demasiado orgulloso de su obra. Miguel Ángel, que se consideraba ante todo escultor y no pintor. Además no tenía experiencia alguna ni dominaba la técnica de la pintura al fresco (y aun así los resultados fueron maravillosos). Al parecer, el artista se vio obligado a aceptar el trabajo y le resultó tan desagradable que llegó a escribir un poema sobre su miseria en esos cuatro años que tuvo que pasar muchas horas del día pincel en mano. Solía decir que echaba de menos el mármol.
Por si fuera poco, el Cardenal Caraffa censuró a Miguel Ángel por pintar figuras humanas desnudas. El religioso orquestó una campaña que casi obligó al artista a borrar su trabajo pero la intercesión del papa saldó la disputa a su favor.
Hay un mito tan falso como extendido: Miguel Ángel no pintó la Capilla Sixtina tumbado sobre un andamio y mirando el techo, sino de pie, mediante andamios de madera especialmente diseñados por él y sus colaboradores.
En cualquier caso, esta obra de arte, considerada uno de los mayores atractivos del Vaticano, recibe cerca de cinco millones de turistas cada año que alzan su mirada para contemplar pasajes como la Creación de la Luz, el Pecado Original o el Juicio Final.