Desde el Vaticano a la Piazza Navona, el centro histórico de Roma lucha por recuperar su identidad. Los comerciantes y restauradores de toda la vida protestan ante la invasión de comercios chinos de «todo a un euro» y la proliferación de delincuentes y carteristas. El ayuntamiento toma medidas no bien acogidas por todo el mundo.
La polémica expulsión de los gladiadores de las inmediaciones del Coliseo y las nuevas ordenanzas que sancionan a los artistas callejeros en algunos puntos de la ciudad han sido las medidas drásticas que el alcalde de Roma ha implantado esta primavera.
Los comerciantes del centro, cuyas tiendas y restaurantes tradicionales han tenido que ir cerrando poco a poco en los últimos años, las han aplaudido. Ahora el paisaje de algunos barrios se limita a la acumulación de tiendas de souvenirs, unas junto a otras, con los mismos objetos, postales, imanes, camisetas y gadgets en todas y cada una de ellas.
En los últimos años la situación ha empeorado, como se aprecia en algunas calles protegidas, como la Via Sistina, que una vez fue el reino de las boutiques de lujo y ahora está invadido por estos comercios de baja calidad. La enfermedad no ha llegado aun a otras vías emblemáticas de la Ciudad Eterna como Via Sant’Andrea delle Frate, Via della Palombella, Via del Seminario o Via di Pietra, enter el Panteón y la Plaza de España.
A los turistas nos encanta curiosear en estas tiendas de souvenirs pero no vernos avasallados por cientos de ellas. También queremos encontrar esas pequeñas tiendas de barrio, esos pequeños restaurantes caseros y los lugares que le dan vida a la ciudad. Esperemos que estas medidas del ayuntamiento romano sean para bien.