El subsuelo de la Ciudad Eterna sigue llena de tesoros por descubrir, y los arqueólogos trabajan a diario para encontrarlos. Esta semana por ejemplo han salido a la luz, a los pies de la colina Capitolina, en el centro de la capital italiana, el que sería el templo más antiguo de Roma y que data del siglo VIII a.C.
Las excavaciones que desde hace meses tiene lugar frente a la iglesia medieval de Sant’Omobono, dedicada al patrón de los sastres, por fin han dado sus frutos. Allí se han hallado ruinas de altares de sacrificio y antiquísimos templos, en un lugar donde hace 2.700 años el Tíber dibujaba una gran curva que formaba un puerto natural para los buques mercantes.
Allí debieron llegar barcos procedentes de lugares tan lejanos como Chipre, Líbano y Egipto, y allí decidieron los primeros romanos levantar un templo en honor a la diosa Fortuna, patrona de la suerte y la fertilidad. Los arqueólogos han encontrado aquí una gran cantidad de ofrendas.
Y es que en la Antigüedad los templos erigidos en los puertos servían para cultivar la confianza mutua entre los ciudadanos y los comerciantes. Fortuna cuidaría del éxito de los negocios.
Una gran noticia para los apasionados de la historia y del mundo antiguo que viajan a Roma para admirar la grandeza del Coliseo, los restos del glorioso Foro Romano y todos los vestigios de la poderosa ciudad que fue la capital de uno de los imperios más grandes de la historia, un imperio al que debemos gran parte de lo que hoy es nuestra cultura y civilización. Con este nuevo templo los viajeros podrán acercarse aún más a sus orígenes.