La inauguración del mercado navideño tradicional de Plaza Navona, el último fin de semana de noviembre, es el acto que marca el pistoletazo de salida para la Navidad en Roma. Para algunos, algo precipitado, pero para los turistas una verdadera delicia.
El Mercatino di Natale de Piazza Navona, nombre oficial del mercadillo, es una fiesta de colores y olores en los que los puestos callejeros ofrecen a los visitantes toda clase de objetos, adornos, luces y recuerdos de Navidad.
No faltan los clásicos pesebres, con su musgo natural y, a pesar del libro del papa Benedicto XVI, la mula y el buey, como manda la tradición.
No es este el único punto de controversia que encontramos en el mercadillo. No se entiende Roma sin esos conflictos que continuamente enfrentan a sus vecinos, que forman ya parte del encanto de la ciudad. Esta vez son los comerciantes de la plaza quienes se quejan del daño que causa este mercado a sus negocios.
Primero, por la fecha temprana: un mes antes de Nochebuena, y segundo por la basura que en su opinión estos puestos callejeros generan, en especial los de comida, y que afean la estética de una de las plazas más elegantes de la Ciudad Eterna.
Ahora el mercado de Navidad, que una vez fue sinónimo de belenes y adornos, se ha convertido en un bazar en el que cabe cualquier cosa. ¿Es eso malo? En opinión de los comerciantes de toda la vida, sí. En cambio a los turistas no parece molestarles, más bien todo lo contrario.
Los nostálgicos añoran ese mercatino original en el que solo había puestos de venta con todo lo necesario para decorar el árbol y el belén: bolas de Navidad, objetos y figuras estrictamente artesanos. La magia original se ha perdido pero en cambio ha ganado en colorido y animación.