Bolsos de cuero y gafas de sol; pompas de jabón y botellas de agua fría; ramos de flores y souvenirs de gusto discutible. Este es el nuevo paisaje con el que se encuentran los turistas que pasean por la Plaza de España de Roma este verano y que, reconozcámoslo, afean un poco el conjunto de las tres rampas de los pasos de Trinità dei Monti.
Se trata de comercio ilegal prohibido por la municipalidad pero que sin embargo, a pesar de la vigilancia policial, está presente en las cinco principales lugares históricos del turismo en la capital italiana: la ya mencionada Piazza di Spagna, pero también en la Piazza Navona, junto a la Fontana de Trevi, al lado del Panteón y en la explanada del Coliseo.
La escena que tan a menudo vemos en las ciudades de nuestro país se repite varias veces cada día en la Plaza de España: a la mínima señal de la llegada de la policía, los vendedores estiran de la manta y salen volando con la mercancía escaleras abajo, con el peligro de arrollar a algún turista o simplemente romperse la crisma en su precipitada huida. El destino es Villa Borghese, el laberinto de árboles ideal para perderse.
Los comerciantes de la zona los detestan, los romanos de a pie los toleran. Con los turistas en cambio hay dos posturas encontradas: hay quienes agradecen su presencia y hasta les compran algo, y quienes desean que desaparezcan porque les arruina la foto de las escalinatas floridas más famosas del mundo.