Termas de Caracalla

Las Termas de Caracalla, también llamadas Termas Antoninas,  fueron en su día el mayor complejo termal de la antigüedad. En su época de máximo esplendor estos baños daban cabida a 1.600 personas, cubrían 10 hectáreas y sus instalaciones incluían gimnasio, bibliotecas, jardines y centros de entretenimiento.

Fue el emperador Marco Aurelio Antonino Basiano, apodado Caracalla, quien mandó construir este templo del ocio y el bienestar entre los años 212 y 217 d.C.  Los fragmentos de mosaico y estatuas que se encuentran esparcidos por este lugar contribuyen a evocar imágenes de la antigua magnificencia de estas termas.

Aunque desde fuera solo veamos una serie de estructutras en ruinas, vale la pena visitar el complejo por dentro y tratar de imaginar cómo debió ser en la época de la Roma Imperial.

El edificio constaba de dos plantas (el piso superior se derrumbó posteriormente a  causa de un terremoto), estaba rodeado de jardines y sus baños eran alimentados por un acueducto propio llamado Aqua Antoniniana Iovia que a su vez tomaba su caudal del Aqua Marcia, el viejo acueducto que abastecía a la ciudad. El agua era almacenada en grandes cisternas, calentada por dos hornos y distribuida por todo el edificio gracias a un ingenioso sistema de calefacción llamado hipocausto que lograba que el suelo de las termas se mantuviera a una temperatura cálida y constante.

Revestido de mármol por fuera y decorado con hermosas obras de arte por dentro, el edificio de las Termas de Caracalla debió ser magnífico y todavía hoy impresiona al visitante, si bien fue despojado de muchos de sus tesoros hace siglos. Algunos como el Toro Farnesio se guardan en el Museo Arqueológico de Nápoles. Otros en cambio, han permanecido aquí, como las asombrosas bañeras de granito o los bellos mosaicos que decoran el suelo que nos permiten viajar dos mil años atrás en la historia y revivir la grandeza y el lujo de este lugar.